Cuando las quemaduras de segundo o tercer grado dañan severamente la piel, esta pierde la capacidad de regenerarse por sí sola. En esos casos, el trasplante de piel en quemaduras graves se convierte en un procedimiento esencial para cerrar heridas, evitar infecciones y recuperar la función de la zona afectada.
¿En qué consiste el trasplante de piel?
El proceso inicia con una limpieza quirúrgica, llamada desbridamiento, para retirar el tejido muerto. Después, se extrae piel sana del propio paciente —generalmente de muslos, glúteos o abdomen— que servirá como injerto.
Existen dos tipos principales de injertos:
- Espesor parcial, una capa delgada que permite cicatrización rápida.
- Espesor total, usado en zonas que requieren mayor resistencia, como manos o articulaciones.
Una vez colocado el injerto en la zona quemada, se fija con suturas o adhesivos médicos y se cubre con apósitos para facilitar su integración.
Injertos temporales y casos de tercer grado
Si la superficie dañada es muy extensa y no hay suficiente piel sana, se pueden emplear injertos temporales de donantes, piel cultivada en laboratorio o incluso membrana amniótica.
En quemaduras de tercer grado, donde se destruyen todas las capas de la piel e incluso tejidos más profundos, el trasplante es imprescindible.
El paciente requiere hospitalización prolongada, control del dolor y rehabilitación para que el injerto se adapte y la piel recupere su funcionalidad.
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