El viaje al Mictlán: estos son los nueve niveles que el alma debía cruzar en el inframundo mexica

Para los mexicas, la muerte no era un final, sino un viaje sagrado. El alma debía superar nueve desafíos antes de descansar junto a Mictlantecuhtli.

Mictlán
|Crédito: iStock
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En la cosmovisión mexica, morir no representaba el fin, sino el inicio de un profundo proceso de transformación. Quienes partían de este mundo emprendían un arduo recorrido hacia el Mictlán, el inframundo regido por Mictlantecuhtli y Mictlancíhuatl; de acuerdo con investigaciones realizadas por el Mexican Cultural Institute of Washington DC, las almas atravesaban nueve niveles repletos de pruebas simbólicas antes de alcanzar el descanso eterno. Cada etapa reflejaba la purificación espiritual y el desapego del mundo terrenal. En TV Azteca Puebla te contamos los detalles.

¿Qué pruebas enfrentaban las almas en su camino al Mictlán?

  1. Itzcuinlan: El alma cruza un río con ayuda de un Xoloitzcuintle, solo si en vida trató bien a los perros.
  2. Epeme Monanictlan: Debe atravesar dos montañas que chocan constantemente sin ser aplastada.
  3. Itztepetl: Camina entre navajas de obsidiana que desgarran su cuerpo, símbolo de desapego terrenal.
  4. Cehueloyan: Enfrenta un paisaje de nieve y frío eterno, prueba de resistencia espiritual.
  5. Pancuetlacaloyan: Fuertes vientos la hacen flotar como bandera, dificultando su avance.
  6. Timiminaloyan: Cruza un camino atravesado por flechas de obsidiana y un río custodiado por una iguana gigante.
  7. Teyollo Cualoyan: Jaguares devoran su corazón, liberando su esencia vital.
  8. Apano Hualoyan: Debe cruzar nuevamente el río para desprenderse del cuerpo por completo.
  9. Chicunamictlan: Entre niebla y confusión, el alma reflexiona y finalmente es recibida por los señores del Mictlán.

¿Qué simbolizaba el fin del viaje espiritual mexica?

En los últimos niveles, las almas eran atacadas por flechas, devoradas por jaguares y obligadas a cruzar nuevamente el río, hasta llegar al Chicunamictlan, “lugar de las nueve aguas”. Allí, envueltas en neblina y cansancio, hallaban la comprensión total de su existencia. Solo entonces podían descansar junto a los señores del Mictlán, completando el ciclo entre la vida y la muerte.

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