La tradición mexicana de colocar ofrendas en el Día de Muertos tiene un profundo valor espiritual, al representar la unión entre las creencias prehispánicas y la religión católica. El altar de siete niveles simboliza el recorrido del alma y diversos valores religiosos: el primer nivel alberga al Santo protector, el segundo a las ánimas del purgatorio, el tercero contiene sal como símbolo de purificación, el cuarto el pan de muerto, el quinto la comida favorita del difunto, el sexto su fotografía, y el séptimo una cruz de pétalos o semillas, signo de fe y esperanza.
Entre los elementos básicos del altar destacan el agua, las velas, el copal, el papel picado, las flores de cempasúchil, las calaveritas de azúcar y el pan de muerto, todos con significados específicos. En conjunto, la ofrenda es una muestra de amor y respeto hacia los seres queridos fallecidos, quienes, según la tradición, regresan cada año para convivir con sus familias.