Un estudio encabezado por la Universidad de Duke ha revelado que el estrés crónico durante la infancia puede generar consecuencias duraderas en la salud física y emocional. La investigación, realizada con una muestra de 1,420 personas seguidas desde los 9 hasta los 30 años, encontró que quienes vivieron altos niveles de estrés temprano presentaron mayor presión arterial, índice de masa corporal elevado y alteraciones en varios biomarcadores.

Además, ya en la adultez, estas personas mostraron respuestas emocionales más intensas ante situaciones de amenaza, con una activación más pronunciada de redes cerebrales asociadas al estrés. En contraste, reaccionaron con menor intensidad ante interacciones sociales positivas, lo que sugiere una afectación profunda en su sistema de regulación emocional.

Los hallazgos subrayan la importancia de atender la salud mental desde la infancia para prevenir enfermedades cardiometabólicas y trastornos emocionales en etapas posteriores de la vida.