La Lengua de Señas Mexicana (LSM) es oficialmente reconocida como una lengua nacional, junto con el resto de las lenguas originarias del país; no sólo es un patrimonio invaluable para el país, también es la lengua de miles de mexicanos.
Más que un medio de comunicación, representa la identidad cultural y lingüística de la comunidad sorda en México. En el marco del Día Internacional de las Lenguas de Señas, reflexionamos sobre la riqueza gramatical y vocabulario de la LSM, mismos que la colocan al mismo nivel que cualquier lengua oral, y es utilizada por miles de personas que encuentran en ella una herramienta esencial para expresarse y comprender el mundo.
¿Por qué es lengua y no lenguaje?
La diferencia entre lengua y lenguaje radica en que el lenguaje es la capacidad innata de los seres humanos para comunicarse, mientras que la lengua es un sistema organizado de signos compartidos por una comunidad.
En el caso de la LSM, se trata de un conjunto de signos gestuales articulados con manos, expresiones faciales y movimientos corporales que cumplen una función lingüística completa. Esta distinción fue marcada por Ferdinand de Saussure, quien definió a la lengua como un conjunto de hábitos que permiten a los individuos comprender y hacerse comprender.
¿Cuál es la relevancia de la Lengua de Señas Mexicana?
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México las personas con dificultades auditivas representan el 12.1% de la población con discapacidad, es decir, 649 mil 451 personas. De ellas, entre 87 mil y 100 mil utilizan la LSM como medio de comunicación. Sólo en la Ciudad de México hay más de 483 mil personas sordas, de las cuales alrededor de 57 mil se comunican mediante esta lengua. Su uso varía según las regiones, pero siempre se mantiene como un recurso fundamental para la inclusión.
La LSM no solo abre canales de entendimiento, también refuerza la necesidad de trabajar por un México incluyente, donde todas las lenguas, sean orales o gestuales, tengan el mismo valor.
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