El culto al Señor de las Maravillas es uno de los más populares entre la comunidad religiosa de la ciudad de Puebla. Aunque tiene varias festividades al año, la más importante se celebra hoy, primero de julio. En esta, es tradición que un mariachi interprete Las Mañanitas en la entrada del Templo de Santa Mónica, en el Centro Histórico de la Ciudad, donde se luce la talla del Siglo XVII alusiva al Señor de las Maravillas. Pero, ¿sabes por qué se celebra? Aquí te contamos toda la historia y por qué es tan importante para la comunidad poblana.
¿Cuál es la leyenda del Señor de las Maravillas?
Todo se origina enfrente del Templo de San José, en el Centro Histórico de la Ciudad, cuando un rayo partió un árbol frondoso en el Siglo XVII. Para no desaprovechar la madera, el párroco de la iglesia mandó a tallar una imagen de Cristo con los restos del árbol caído. El resultado fue una imagen representando la compasión y piedad. Por eso, la estatua fue trasladada a su actual Templo de Santa Mónica, donde se encuentra actualmente.
Sin embargo, enfrente del recinto se encontraba una cárcel, el reclusorio de San Juan de Dios. Ahí, una devota poblana acudía todos los días para visitar a su esposo, llevándole comida y cosas que pudiera necesitar. Al enterarse de la presencia del Señor de las Maravillas en el templo, también acudió religiosamente al templo para rezar por la libertad de su marido.
Una de las veces que acudió a ver a su esposo, se percató de un señor al que nadie visitaba. Conmovida, la mujer comenzó a visitarlo en secreto, después de ver a su esposo. Después de un tiempo, su marido fue puesto en libertad, pero no por eso dejó de visitar al hombre en soledad, llevándole todos los días una cesta con comida.
No obstante, cuando fue alertado de que ‘su esposa lo había traicionado con otro recluso’, el marido decidió, en su cólera, interceptar a la mujer en la entrada de la cárcel. Ahí, le preguntó por el contenido de la cesta. Ella contestó que llevaba solamente “maravillas para el Señor”. Desconfiado, el esposo descubrió la cesta y no encontró nada más que flores amarillas, que comúnmente se llevaban como ofrenda a la estatua hecha con la madera del árbol caído. La mujer confesó a su esposo la verdad y lo llevó al templo a ver al Señor de las Maravillas. Cando acudieron al reclusorio, no encontraron ningún rastro de él. Llegaron a la conclusión de que el hombre no era otro que el mismísimo Cristo, poniendo a prueba el amor de la pareja.
A raíz de esto se volvió común la tradición de pedir milagros a la estatua del Señor de las Maravillas, que te los concederá a cambio de que, una vez hecho, regreses al templo a agradecer su obra.