Cuando el miedo ya estaba ahí
El caso de Rob Reiner ha tomado un giro aún más perturbador tras revelarse que el actor y su esposa, Michele Singer Reiner, ya tenían miedo de su hijo Nick Reiner antes del crimen que acabó con sus vidas. De acuerdo con testimonios citados por medios estadounidenses, amigos cercanos de la familia aseguran que durante una fiesta navideña organizada por Conan O’Brien, Nick protagonizó una intensa pelea con sus padres frente a varios invitados, mostrando un comportamiento errático, agresivo y alarmante. Quienes estuvieron presentes relatan que el joven parecía estar bajo los efectos de drogas, situación que generó incomodidad y temor entre los asistentes.
Según estas versiones, Rob Reiner habría expresado esa misma noche su profunda preocupación por el estado mental de su hijo, al grado de admitir que temía por lo que pudiera ocurrir en el futuro cercano. Nick, de 32 años, arrastraba una larga historia de adicción desde la adolescencia, con múltiples intentos fallidos de rehabilitación, y aunque supuestamente había dejado las drogas, amigos y vecinos afirman que en realidad habría recaído en el consumo de sustancias como opiáceos y heroína.
La tensión familiar se intensificó porque Nick se negó a ingresar nuevamente a un centro de rehabilitación, insistiendo en recibir ayuda desde casa, lo que provocó discusiones constantes con sus padres. Menos de 24 horas después de aquella fiesta, Rob Reiner y Michele Singer Reiner fueron asesinados con heridas punzocortantes en su residencia de Los Ángeles, y Nick fue detenido como el principal sospechoso del doble homicidio.
Hoy, los testimonios sobre el miedo que la pareja sentía hacia su propio hijo cobran un significado devastador, al evidenciar que las señales de alerta estaban presentes desde antes y que la tragedia pudo haberse gestado durante años de conflictos, adicciones no superadas y un deterioro emocional que nadie logró detener a tiempo.