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Donante de esperma con gen cancerígeno: la mutación TP53 que impactó a casi 200 niños

Un donante de esperma con mutación TP53 (síndrome de Li-Fraumeni) fue usado en 14 países: casi 200 nacimientos y alertas por cáncer.

Una alerta global sobre los límites de la reproducción asistida

El caso del donante de esperma con una mutación genética en el gen TP53, relacionada con el síndrome de Li-Fraumeni, se ha convertido en una de las mayores alertas sanitarias y éticas en la historia reciente de la reproducción asistida en Europa. Durante casi 17 años, el esperma de este hombre fue utilizado en al menos 67 clínicas de fertilidad de 14 países, lo que derivó en el nacimiento de cerca de 200 niños. Con el paso del tiempo, se descubrió que hasta un 20% de su esperma contenía una mutación que eleva el riesgo de desarrollar cáncer hasta en un 90% a lo largo de la vida, especialmente durante la infancia.

El donante nunca presentó síntomas y superó todos los controles médicos y genéticos exigidos en su momento, ya que la mutación no estaba presente en todo su cuerpo, sino únicamente en parte de sus células reproductivas, un fenómeno conocido como mosaicismo. Esto hace que la detección previa sea extremadamente difícil con las pruebas genéticas estándar, lo que explica por qué el problema no fue identificado antes de que su esperma se distribuyera masivamente por Europa.

Las consecuencias han sido devastadoras para muchas familias. Médicos especialistas han confirmado que varios niños ya han desarrollado distintos tipos de cáncer, algunos incluso más de uno, y que varios han fallecido a edades muy tempranas. Las familias afectadas enfrentan ahora un seguimiento médico de por vida, con resonancias magnéticas periódicas, estudios constantes y, en algunos casos, decisiones médicas drásticas para reducir riesgos futuros.

Más allá del impacto médico, el caso ha expuesto graves vacíos legales. No existe una ley internacional que limite cuántas veces puede utilizarse el esperma de un mismo donante a nivel global. Aunque cada país tiene sus propias normas, la comercialización transfronteriza permitió que esos límites se superaran ampliamente, generando cientos de medio hermanos repartidos por distintos países, con implicaciones sociales, psicológicas y éticas aún difíciles de dimensionar.

Este escándalo ha reavivado el debate sobre la necesidad de regulaciones más estrictas, registros internacionales de donantes, mayor cooperación entre países y controles genéticos más avanzados. Si bien expertos reconocen que es imposible garantizar un riesgo cero, el caso demuestra que el sistema actual necesita cambios urgentes para proteger a las familias y evitar que una sola donación tenga consecuencias tan amplias y dolorosas.

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