Si eres amante de los mitos y las leyendas sin duda esta nota te va a interesar, pues te contaremos un poco acerca de la leyenda de La Casa del Perro, misma que tuvo lugar en Puebla.
Fue en la época de la Nueva España cuando llegó a Puebla la familia Illescas, procedente de España.
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Los integrantes de la adinerada familia, Don Juan, su esposa Doña Sara y su hija, compraron una lujosa propiedad ubicada en la calle 3 Sur y 9 Poniente, en lo que ahora es el Centro Histórico de la capital.
La vivienda era de dos pisos, y ocupaba toda la esquina de la calle Portada de Santa Inés y calle la Limpia en ese entonces. Pero además de lo ostentoso que era el inmueble, lo que llamaba la atención a todos quienes transitaban por la zona, es la misteriosa estatua de un perro que se ubica en lo más alto de la esquina, cuyo origen no era claro y causa curiosidad a todos los vecinos.
Algunos decían que la estatua era una estrategia que utilizaron los colonizadores, quienes en la época colonial, utilizaban canes entrenados para atacar a los indios. Otros creían que en el interior de la propiedad, había un tesoro oculto, mismo que era custodiado por dicha estatua.
Luego de instalarse en su nueva mirada, los Illescas organizaron diversas fiestas a las que acudían toda la crema y nata de Puebla: alcaldes, dueños de obrajes y nobles.
Juan de Illescas,el padre de familia, era un muy importante comerciante, por lo que cualquier persona acaudalada que buscara muebles, productos e incluso mano de obra proveniente de medio oriente, podía acudir a él, adjudicándole una posición social aún mayor.
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Juan de Illescas fue condenado
No obstante, a pesar de todo el poder de la familia, una noche todo cambio, cuando a la puerta tocó la Santa Inquisición, en busca de Juan de Illescas para encerrarlo al calabozo, esto porque sospechaban que era judío y no practicaba el cristianismo.
El patriarca fue condenado, y sufrió las peores torturas. Tras lo sucedido, la familia Illescas cayó de la gracia de todo el pueblo.
No obstante, las monjas del Convento de Santa Inés creían firmemente que Juan era inocente, por lo que intentaron convencer a su esposa Sara y a su hija de unirse a ellas y formar parte del convento. Aunque la realidad finalmente salió a la luz, los Illescas sí eran judíos, y huyeron de España en busca de un nuevo comienzo, mismo que terminó por arrebatarle la vida en Puebla.
Después de la trágica muerte de su esposo, una noche, Sara tuvo una pesadilla en la cual, se dice, un gran perro de ojos rojos, la perseguía por toda la ciudad hasta su habitación.
Sobresaltada, la mujer se levantó de un brinco de la cama, topándose con su peor pesadilla: enfrente se encontraba el mismo perro de sus sueños, un gran can negro de ojos rojos.
Se cuenta que el animal siguió a Sara hasta la cocina, sitio en el que la mujer se percató que un extraño brillo azul salía de una de las grietas de la pared.
Con todo lo que encontraba a su paso, Sara comenzó a romper el muro, y al terminar por derribar gran parte de la pared, encontró los restos de un perro con un letrero que decía: “Al único amigo que tuve en mi vida”. Debajo de éste, se encontraba un cofre lleno de monedas de oro.
Se dice que con ese tesoro, Sara logró liberar a su esposo Juan Illescas esa misma noche y junto a su hija, huyeron de la ciudad con rumbo al norte del país.
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